miércoles, 18 de mayo de 2011

‘Me gustó más el libro que la película…’

Desde siempre nos han fascinado los cuentos Disney, los hemos acogido en nuestra infancia dejando que conformaran unos valores y sentimientos por los que guiarnos, pero no muy a menudo hemos ahondado en el origen de las historias que tanto nos han marcado. La literatura siempre ha ido pareja al cine, quien en muchas ocasiones ha causado más daño a las historias, que se mantenían vírgenes entre las cubiertas de los libros. ‘Me gustó más el libro que la película…’

Había una vez…
Un niño rubio, de 12 años, que se negaba a crecer, que desprendía orgullo y valentía y que, muy en contra de lo que dicta la ley de la gravedad, podía volar. No, Peter Pan no tenía alas. Ni mucho menos era un ave. Sin embargo su creador, el escocés James Matthew Barrie, quiso que su niño abandonara volando su hogar, cuando era un bebé, para adentrarse en los Jardines de Kensington (Londres) y llegar a la Isla de los pájaros, también conocida como ‘Nunca Jamás’.
Atraído por los cuentos de Wendy, Peter volaba hasta la ventana del cuarto de la joven cada noche, para después regresar al País de Nunca Jamás y transmitírselos a los niños perdidos. Este argumento ha sido el adaptado en el trabajo  cinematográfico de Walt Disney, sin embargo M. Barrie dio vida al personaje en su obra teatral Peter Pan, llevada a cabo en diciembre de 1904, en Londres. Acompañado por su hada Campanilla, Peter vivía las aventuras en una isla en la que convivían tanto indios como piratas, y, entre ellos, su gran enemigo el Capitán Garfio. La novela en este caso tardó un poco más en llegar, ya que en 1911 fue cuando M. Barrie reflejó en la novela Peter Pan y Wendy las aventuras de Pan, inspirado en el mediano de los hermanos Llewelyn Davies, Peter Davies. La familia Llewelyn Davies era amiga del autor escocés, y con ella representaba pequeñas obras de teatro y se divertía con sus juegos infantiles como si de uno más de la familia se tratara. Tal era la relación de James M. Barrie con los Llewelyn, y, en especial con los tres hijos, que muchos personajes que rodean a Peter, como los Niños Perdidos, comparten rasgos comunes. Su compañera protagonista Wendy Darling, tanto en la obra como en la novela, tomó prestado el nombre de una amiga de M. Barrie, llamada Wendy Henley. Pero en esta ocasión la niña cuentacuentos de doce años, con un extraño sentimiento maternal exacerbado, no toma su forma a partir de un personaje de la vida real del autor. 

Desde que tuvo lugar en 1902 la primera aparición de Peter en un capítulo de El pajarito blanco, un libro destinado a un público más adulto y que reflejaba la relación entre M. Barrie y los hermanos Llewelyn Davies, la historia del ‘siempre niño’ ha sido numerosamente adaptada. Literatura, cine, musical, teatro… Peter ha sido protagonista de libros, películas, musicales y funciones, secuelas dirigidas por diferentes autores a lo largo de los siglos XX y XXI.
El gran auge de este cuento tuvo su despegue en 1953, a partir de la creación de la película animada de la gran industria Walt Disney Pictures, Peter Pan. Gracias a este film de dibujos animados, la generación de los 80 nos introdujimos durante años en el mundo de fantasía que nos permitía alcanzar todo aquello que nos negaba la realidad. En 1954 Broadway fue el escenario escogido para el estreno del musical basado en las novelas de Barrie, cuyo éxito fue tan aclamado que dio lugar a su representación durante tres temporadas, siendo la última en 1998. Y esta última escenificación se versionó para televisión en el año 2000, por lo que resultaba evidente la simpatía que el público ha tenido siempre hacia este rubio de ojos verdes.

El nombre de Peter Pan también ha tenido influencia en el mundo hollywoodiense, recordemos si no a Mikel Jackson, quien se declaró a sí mismo como Peter Pan cuando dijo ‘Yo soy Peter Pan, no quiero crecer’. Jackson era gran amigo de Spielberg, por lo que, cuando el director se dispuso a dirigir una de las mejores secuelas del Pan de M. Barrie, Hook, esperó que fuera Michael el protagonista. Pero no fue así.


Hook, un filme en el que Peter es un adulto, ha crecido y tiene dos hijos, Jane y Michael - curiosamente ‘Michael’-, y ha de regresar al País de Nunca Jamás para enfrentarse al Capitán Garfio que ha secuestrado a sus hijos. ¿Qué fue lo que produjo el rechazo de Jackson a un papel protagonista de tan trascendente éxito infantil? Que Peter había crecido. Peter ya no era un niño, ya había recibido la bofetada de la madurez y tenía responsabilidades que cumplir. El guión de Hook no gustó a Michael, hecho que no fue problema para Spielberg, quien consiguió un resultado, en mi opinión inmejorable, con la interpretación de Robin Williams. El reparto de esta película de 1991 no pudo caer en mejores manos. Los más reconocidos, Julia Roberts como Campanilla o Dustin Hoffman como el Capitán Garfio, y otros actores que quizá por el nombre no los recordemos a priori, como Bob Hoskins en el papel de Smee, pero que suscitan empatía al recordarlos en otras películas. Hoskins cambió su mono rojo y su llave inglesa de fontanero en Super Mario Bros de 1993, por los pantalones pirata y pañuelo a la cabeza y gafas redondeadas que encarnaban al pelota número uno del Capitán Garfio en Hook.
Por primera vez y, a manos del director Spielberg, era adaptada la vida adulta de Peter Pan, además de ser la primera adaptación al cine en personajes reales y no animados. Pero el Peter Pan de la novela de Barrie y de los dibujos de Disney llegó ‘en carne y hueso’ a la gran pantalla en el año 2003, con la película Peter Pan, la gran aventura, dirigida por P. J. Hogan y producida por Universal Pictures.

En su génesis en la novela de J. M. Barrie, a Peter Pan se le atribuye la función de cuidar y guiar a las almas de los niños muertos antes de que habiten el más allá, algo que pasó por alto la adaptación animada de Disney, ya que hubiera sido algo aterrador para los niños que quisimos acompañar a Peter en sus aventuras. Lo que sí supo potenciar Disney con los personajes de Peter y los Niños Perdidos fue ese rechazo a la idea de crecer, de madurar. Dejar de ser niño… Para ser adulto. Sin pretenderlo, con el nacimiento de ‘su Peter’, Barrie dio el nombre popular al trastorno psicológico que consiste precisamente en el miedo a crecer, el síndrome de Peter Pan. Y como si de una relación simbiótica se tratara, las influencias entre literatura, cine, teatro, etc. dan origen a nuevos productos, como es el caso de este cuadro psicológico que recoge el Dr. Dan Kiley en las líneas de su libro The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up (‘El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece’).
Y suma y sigue. La tónica de la industria cultural se basa en la explotación del fenómeno hasta la saciedad, por lo que cantantes y grupos han introducido entre sus temas el que atañe al niño ‘que no quiere crecer’. Resulta difícil olvidar la canción Peter Pan de El Canto del Loco, ya que no pudo resultar más cansina sonando en los diales de las emisoras de radio musicales más populares.

En el gran universo de las secuelas y adaptaciones de la obra maestra de Barrie, pasa lo de siempre, que las hay que están autorizadas y las hay que no lo están. En 1987, 50 años después de la muerte del ‘padre’ de Peter Pan, los derechos de autor terminaron en Reino Unido, pero los derechos sobre cualquier puesta en escena o publicación a partir de esa época pertenecen al Great Ormond Street Hospital, entidad a la que J. M. Barrie había cedido los derechos como regalo y que los mantiene completos en toda la Unión Europea. Pero aquí no solo hay un potente beneficiado. Walt Disney mantiene el diseño de los personajes y las canciones que introdujo en su película de 1953, imaginemos entonces cuánto poder adquisitivo puede tener la industria que cuidó este señor. Se dice que son 30.000 millones de dólares los que ingresa The Walt Disney Company, fundada por los hermanos Disney, Walter y Roy. Y, acerca del maestro Walt… Todavía me gustaría saber cómo se gestó la leyenda urbana que afirmaba que, el cuerpo del padre de Mickey Mouse y demás factoría Disney, está congelado con el fin de resucitar cuando la ciencia lo permita. Pura falacia. Disney, mejor dicho, Walt, murió a causa de un cáncer de pulmón en 1966, provocado por ese enemigo imbatible llamado tabaco. Las cenizas del cineasta se encuentran en California, pero su alma la encontramos en cada película del imperio Disney.

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