miércoles, 1 de junio de 2011

'Apocalípticos e integrados', de la lectura a la reflexión

Umberto Eco, con su Apocalípticos e integrados nos introduce de lleno en un camino en el que la cultura busca su ejercicio entre dos vías, una que corresponde a las características que conforman la aristocracia, entendida como consumidora del buen gusto, y que dota de intelecto al producto cultural, y otra que corresponde al fenómeno mass media. El autor critica la aceptación popular de que la cultura, cuando pasa a ser difundida a niveles masivos, pierde la naturaleza propia, al estar también al alcance de las clases medias y bajas sociales. En este sentido, Eco defiende que los medios y la tecnología de la comunicación e información han de pertenecer al ser humano de forma no inherente, sino adaptable, siendo el hombre el que se adapte al medio cultural y no al revés. Entre una serie de conceptos fetiche, el autor transmite su amor hacia la cultura en contraposición de la industria que la explota, ‘la cultura tiene alma’ mientras que la industria cultural es maquinaria y mecánica, ‘funcional’, y denuncia así la perturbación de la naturaleza del producto cultural al exponerse a la difusión en masa que viene de la mano de esta industria cultural. La reivindicación del autor a esa pasividad que caracteriza a la masa. Acostumbrados a recibir una información condicionada en un tiempo y espacio ‘llenar páginas en un día’ la cultura se ve perjudicada en tal medida que lo que el autor reivindica en su libro es el carácter pasivo que tiene la masa, que acepta la manipulación de la cultura con la que se lucran las empresas. Condicionada la cultura a al tiempo y al espacio ‘llenar páginas en un día’. Al hombre apoteósico, el integrado en la clase de poder, se le acusa de hipócrita al criticar una industria cultural de la que se siente atraído. Esta crítica a la burguesía hace que el autor ahonde en la raíz de la crisis cultural y de los modelos culturales actuales, fruto de las crisis de los modelos anteriores y en la que la cultura separa de la industria para darle la mano a la política. A la aristocracia también se le echa la culpa de la idea, extendida entre la masa, de que si algo gusta a muchos deja de ser lo que llamamos ‘cultura’. Como si de una dictadura de masas, de la talla de la China de Mao, golpeara el desarrollo de la cultura. Con el análisis exhaustivo del lenguaje, los niveles o – de la cultura Eco refleja que el deterioro de los contenidos culturales es provocado por la difusión, en la que los mass media somos culpables de propagar información indiscriminada capaz de producir emociones culturales, y así evitar que la cultura se consuma por estética. En este contexto, el autor apuesta por el cambio del consumo cultural, un cambio que nos traerá de vuelta al renacimiento, en el que el hombre culto se compare, no con el ‘obrero’ sino con el hombre que consume la misma cultura que él y evite que la cultura se rebaje para someterse a su destinatario.

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